El Cid en la Biblioteca Nacional es una de las tres magníficas exposiciones que con el título de: Dos españoles en la historia: El Cid y Ramón Ménendez Pidal, podemos conocer y admirar hasta el 22 de septiembre de este año 2019 en el que se han cumplido, el pasado 13 de marzo, los 150 años del nacimiento de Menéndez Pidal en La Coruña.
Las otras dos memorables exposiciones podemos disfrutarlas hasta el 22 de septiembre la de Piranesi y la de Joaquin Rodrigo hasta el 8 de septiembre.
El Cid y Menéndez Pidal
La exposición sobre el Cid y Menéndez Pidal tiene dos espacios. El primero se encuentra subiendo la magnífica escalera de la fachada principal
que nos conduce a la Antesala del Salón General, ante la cual nos recibe Menéndez Pelayo, siempre leyendo.
Y así accedemos a una de las joyas más preciadas del patrimonio bibliográfico español: el códice único del Cantar de mio Cid
El códice único del Cantar de mio Cid
En el centro de la pequeña sala podemos admirar el códice y leer toda la información que sobre él ilustran sus paredes.
Hasta el 18 de junio hemos podido ver el códice original, que es una verdadera emoción. Abierto por las páginas 55v y 56 r. en la primera de las cuales puede leerse el escalofriante episodio de la afrenta que sufrieron las hijas del Cid en el robledal de Corpes a mano de sus maridos.
El poema consta de 74 hojas en pergamino de 198 x 150 mm. copiado a tinta por una sola mano y a renglón seguido, con letra gótica libraria semicursiva…
El códice fue donado a la BN en 1960 por la Fundación Juan March
La edición facsimil
A partir del 18 de junio lo que vemos ahora es una edición facsimil abierta por otra de sus páginas. La palabra «facsimil» deriva de dos palabras latinas: «fac» y «simile» es decir «hacer similar o semejante». La Real Academia la define como la perfecta imitación. Su importancia es doble pues protege la obra original y permite que obras únicas sean accesibles para su estudio y difusión.
El lugar donde se guarda
Y también conocemos el cofre donde se guarda la preciada joya.
Tras heredar el Códice en 1865, el político asturiano Alejandro Pidal Mon (tio segundo de Ramón Menéndez Pidal) hizo construir para custodiarlo un mueble con forma de castillo medieval y un cofre a juego, donde el ejemplar permaneció durante décadas. Las piezas fueron talladas en una viga del antiguo templo de Covadonga, que había sido destruído por un incendio en 1777
Información para seguir la exposición
Con la entrada se facilita- ambas de forma gratuita – este folleto de 32 páginas con valiosa y clara información y numerosas ilustraciones de toda la epopeya que significó la búsqueda y encuentro del códice.
Menéndez Pidal, nos dicen fue un rastreador infatigable de archivos y bibiliotecas. Los Fondos de Palacio Real, El Escorial, la Nacional o el archivo Histórico, entre otros muchos, conocieron su tesón en la busca de datos lingüisticos, históricos, literarios, etc., convencido como estaba de que en ellos dormía buena parte de nuestro pasado.
En esta fotografía en la que se le ve caminando por una de las rutas del Cid, nos recuerda que Menéndez Pidal se casó en 1900 con Maria Goyri con la que formó de por vida un verdadero equipo de trabajo. En su luna de miel recorren la ruta del destierro del Cid. En Burgo de Osma descubren que el romancero castellano se mantiene vivo en la tradición oral. Asi se inicia la recolección y organización del Archivo del Romancero.
En la exposción hay una completa cronología que nos permite conocer todos los hitos de su vida… por ejemplo, que en 1919 preside el Ateneo de Madrid y que en 1921 y 1922 fue nombrado doctor honoris causa por las Universidades de Toulouse y de Oxford; y en 1924 también por la Sorbone y le conceden la Legión de Honor francesa y en ese mismo año firmó «El manifiesto de los escritores castellanos en defensa de la lengua catalana». En 1925 es nombrado Director de la Real Academia Española.
Y también en ese mismo año 1925 la familia se trasladó a una nueva casa, construída en el olivar de Chamartín de la Rosa, hoy sede de la Fundación Ramón Menéndez Pidal.
Y nos despedimos con esta otra entrañable viñeta que le dedicó también el gran Forges