Vamos a seguir recreándonos en los preciosos estanques y fuentes de Madrid con sus bellas esculturas, y nos vamos al Paseo del Prado que, entre las Fuentes de Neptuno y la de Cibeles, tiene el bello monumento de Apolo y también alguna que otra sorpresa.
El dios Neptuno se yergue, desde 1786, seguro y confiado sobre la concha de su carroza que conducen dos caballos marinos con cola de pez, mientras a su alrededor nadan focas y delfines . Así lo diseñó Ventura Rodriguez y lo realizó Juan Pascual de Mena, dentro de una iconografía inspirada en la mitología grecoromana, para este espacio que en su origen se conoció como «El Salón del Prado». Neptuno, dios del mar, una de las doce divinidades del Olimpo, es hijo de Saturno y Rea, y hermano de Júpiter.
Ahora ocupa el centro de una gran Plaza que, aunque en el callejero figura como «Plaza de Cánovas del Castillo», todo el mundo la conocemos por «Plaza de Neptuno»… Está realizada en el mármol blanco procedente de Montes Claros en Toledo.
Seguimos caminando y enseguida, bien erguido en su alto pedestal, vemos al bellísimo Apolo que porta una lira en su mano izquierda.
Nada menos que 23 años se tardó en hacer este monumento a Apolo, desde 1780 cuando Manuel Álvarez «el Griego» realizó las figuras de las cuatro estaciones, hasta que Alonso Giraldo Bergaz esculpió en 1802 la de Apolo. Su oficial inauguración se demoró un año más como otro de los actos en torno a la boda, en 1803, del príncipe heredero don Fernando (futuro Fernando VII) hijo de Carlos IV.
Las esculturas del pedestal representan las cuatro estaciones del año mediante figuras (dos mujeres y dos hombres) que portan lo mas correspondiente a cada una de ellas: flores, espigas, uvas y pámpanos. De ahí el nombre alternativo de la fuente también conocida como «Fuente de las Cuatro Estaciones«. Sobre ellas se alza Apolo pues como Dios del Sol de él depende el nacimiento y el paso de las estaciones.
Entre dos de estas figuras vemos un gran escudo de Madrid, con el oso y el madroño y las 7 estrellas que significan la pureza del cielo madrileño, que nos permite ver, al norte de la Sierra de Guadarrama, las 7 estrellas más brillantes del “Carro», constelación de la Osa mayor. La corona al parecer la concedió Carlos I.
Las máscaras de Medusa y Circe en los laterales, arrojan agua a cada lado sobre tres conchas que a su vez la vierten en los redondos estanques. En la foto superior vemos a Medusa, tan injustamente tratada por la Diosa Atenea que convirtió su hermoso cabello en serpientes.
En la parte opuesta está Circe que aparece en uno de los capitulos de la Odisea, cuando Ulises y su tripulación llegan a la isla de Eea.
Y una vez más tenemos que agradecer a Manuel Herrera Palacios que, en su reforma del Paseo del Prado en 1952, ajardinó todo el entorno del monumento y estanques, para protegerles y a la vez para favorecer su relajada contemplación.
Aquí nos detenemos e incluso nos sentamos para descansar, disfrutar de lo visto y así seguir descubriendo algunas pequeñas sorpresas antes de llegar a visitar a la Diosa Cibeles.