Los espacios vacios de La Guindalera pronto empezaron a poblarse. Afortunadamente un arquitecto con buenas ideas urbanisticas y sentido social, Julián Marín, adquiró gran parte de los terrenos comprendidos entre la calle Francisco Silvela y la calle Alcalá y proyectó un barrio diferente, con bonitas casas-chalet individuales y una amplia avenida a la que muy merecidamente dieron su nombre. Casi todo desgraciadamente ha desaparecido, pero hoy vamos a visitarlo. y evocarlo
Julián Marín fue un arquitecto digno de mayor reconocimiento, que intervino activamente en la construcción de un espacio diferente, una nueva forma de viviendas unifamiliares, que se construyeron en los años 1890-92, en unos terrenos de su propiedad.
En la fase construida por el propio Julián Marín, el remate de algunas esquinas fueron torreones mudéjares, conservandose algunos de ellos, como el que aquí vemos en la calle Castelar esquina a la de Cardenal Belluga.
Eran similares, aunque logicamente más reducidos, a las dos que ya había introducido en la famosa y muy conocida como Casa de las Bolas, entre la calle Goya y Alcalá.
También donó 10.000 metros cuadrados para la Fundación Caldeiro que aquí se alzó, y que actualmente es un prestigioso colegio, en una avenida que originalmente llevó el nombre de Julián Marín, y que más tarde, en 1953, se cambió por el de la Avenida de los toreros.
En cambio se ha mantenido el nombre de su esposa, Rafaela Bonilla, en otra calle.
También colaboró con su amigo Alberto Aguilera en la construcción del Asilo de Santa Cristina en la Moncloa, inaugurado en 1895. Esta Asilo fue destruído durante la guerra civil y en su recuerdo se alza en el mismo lugar un templete con la imagen de la Virgen.
Fue pues un profesional muy comprometido con las clases menos favorecidas pues las viviendas que aquí lenvantó eran muy baratas en relación con el espacio interior disponible, incluido un pequeño jardín delantero y otro en la parte trasera.
Viviendas en el entorno de la Avenida de los Toreros
Pero las más bonitas viviendas se encuentran más escondidas en el corazón del barrio, al que debieron prestar todo su encanto y que ahora se encuentran aisladas, rodeadas y encajonadas entre edificios altos e impersonales.
Algunas, muy pocas, en cambio han tenido mejor suerte y aún mantienen un tramo de calle con su precioso estilo.
Seguiremos paseando un barrio que tantas sorpresas encierra.