Hoy vamos a contemplar un reloj parado, que fue de un gran colegio, y que su esfera, aunque muy dañada, sigue en lo alto con sus agujas inmóviles. Pero vamos a poder evocarlo y recordalo activo gracias a un texto literario de un escritor que fue alumno y vecino del barrio.
Nos referimos al reloj de la plaza de Arturo Barea, esquina con Mesón de Pardes. en el barrio de Lavapiés. donde un monumento nos recuerda a Agustín Lara y donde desde 1729 funcionó la Escuela Pía de San Fernando, a cargo de los Escolapios que habían sido fundados por José de Calasanz, nacido en Peralta de la Sal (Aragón) en 1557 y que falleció en Roma en 1648, con 90 años. Fue canonizado el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII.
José de Calasanz tenía muy clara una idea y la llevó a cabo en la pobre sacristía de la parroquia de Santa Dorotea, en uno de los barrios más humildes de Roma . Allí inició en 1597 la primera escuela gratuita de Europa, con el nombre muy conocido posteriormente de «Escuela Pía».
El colegio de Lavapiés, dedicado desde 1729 a la formación y educación de los niños más pobres de la zona por los seguidores de san José de Calasanz, gozó de enorme prestigio por la gran calidad de sus técnicas educativas.
Entre 1763 y 1791 y gracias a generosos donativos entre los que destacaron los de los reyes Carlos III y Carlos IV se construyó la iglesia del colegio por el hermano Gabriel Escribano.
También es destacable que en 1795 empezó a funcionar en el colegio la primera escuela de sordomudos de España.
En 1838 había unos 1660 alumnos la mayor parte de ellos de las clases más pobres a los cuales se les proporcionaba enseñanza de forma gratuita. Por esas fechas se instaló el reloj de la torre, que ahora vemos tan silencioso, y la biblioteca llegó a contar con más de 17.000 volúmenes…
Siglo XX
El 19 de julio de 1936 todo se convirtió en las venerables ruinas que ahora podemos contemplar externamente, causadas por el fuego tan lamentable e injustamente provocado ese dia.
En 1996 todo el edificio comprendido entre las calles de Embajadores, Sombrerete, Tribulete y Mesón de Paredes fue declarado Bien de Interés Cultural,
Siglo XXI
En septiembre del 2001, nada más iniciarse el s. XXI, se inició una moderna rehabilitación para instalar una gran Biblioteca y el Centro Asociado de la UNED (Universidad Nacional a Distancia) con auditorios, y salones de actos que se inauguró el 22 de abril de 2004. revitalizando culturalmente el castizo barrio de Lavapiés.
En lo que fue la cabecera de su gran iglesia podemos aún contemplar el enorme arco de medio punto rematado con el Escudo de las Escuelas Pías (obra de Alfonso Giraldo Vergaz, Murcia 1744- Madrid 1812) que daba paso a la gran rotonda coronada por la imponente cúpula (destruída por el fuego) donde ahora se aloja la Biblioteca.
Este es el escudo de los Escolapios: Son tres anagramas de palabras griegas que dicen: “María, Reina de cielo y tierra, Madre de Dios”
El día 4 de marzo del 2017 se adjudicó el nombre de la plaza al escritor Arturo Barea Ogazón (Badajoz 1897-1957 Faringdon, Reino Unido) que en el primer tomo de su obra «La forja de un rebelde I» y en el capítulo VIII, dedicado a su Colegio de la Escuela Pía, nos cuenta:
El reloj de la torre, tan grande, nos deja ver cual es el último momento en que hay que suspender el juego y entrar. En el invierno entramos antes porque en la corrala las piedras están cubiertas de hielo y la fuente tiene carámbanos alrededor.
En el tercer tomo, «La llama», cuando ya está casado y con hijos, en el capítulo V vuelve a evocar el colegio y a este reloj
Había encontrado un piso amplio y barato en la calle del Ave María, una calle que está a medio kilómetro de la Puerta del Sol y que sin embargo pertenece al barrio obrero más viejo de la ciudad. Me gustaba porque estaba cerca del centro y de mi oficina. Pero me atraía además por ser una de las calles que conducen a Lavapiés, el barrio donde había pasado mi niñez. Mi madre había vivido tres calles más abajo. Mi vieja escuela, la Escuela Pía, estaba tan cerca que en la noche oía dar las horas al reloj de su torre que durante años me había marcado la hora de entrar a clase.
Y nos cuenta también Barea que el 19 de julio de 1936 « La larga fachada con sus cien ventanas correspondientes a las clases y a las celdas de los padres,, estaba lamida por las lenguas de fuego que surgían a través de las rejas….¿Qué habría ocurrido a la biblioteca del colegio con sus viejos libros iluminados, con sus manuscritos únicos? ¿Qué habria ocurrido a las salas de física y de historia natural, tan espléndidas, tan escasas en España?»
Ahora la pandemia ha vuelto a dejar este espacio sin la vida que había logrado recuperar… y ¡Si al menos su reloj siguiera marcando las horas!