juan valera en rusia (2)

Juan Valera fue a Rusia como secretario del duque de Osuna en misión diplomática, desde diciembre de 1856 a junio de 1857, en un momento muy delicado para Rusia que hacía un año había sido derrotada en la guerra de Crimea por las tropas de Inglaterra, Francia y Turquía.

El nuevo Zar, Alejandro II, había decidido reconocer a Isabel II como reina de España, restableciendo así las relaciones rotas en 1833 por su padre Nicolás I que, a la muerte de Fernado VII, había apoyado al candidato carlista Carlos Maria Isidro para ocupar el trono .

Esta fue la razón de que se organizara esta misión diplomática extraordinaria a Rusia, bajo la dirección del duque de Osuna, en la que Valera ocupó el cargo de secretario.

El libro es de Miraguano Ediciones (Viajes y costumbres), 2º edición en 2006. La ilustración de la portada es la Plaza del Teatro Bolshoi en San Petersburgo (s. XIX). El diseño de la portada es de Pepa Arteaga.

Ángel Luis Encinas Moral (Madrid 1954) es Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Mansterof Arts en Historia de Rusia y de la URSS por la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú. En la actualidad es profesor de Filología Eslava en la Universidad Complutense de Madrid.

EL DUQUE DE OSUNA

Mariano Tellez-Girón y Beaufort, XII duque de Osuna, nació en Madrid en 1814 en el magnifico palacio de los Osuna rodeado de jardines y enclavado en las llamadas Vistillas de San Francisco (donde después se levantó el edificio del Seminario Conciliar) Al no ser el primogénito su destino estaba en la miicia, pero la inesperada muerte repentina de su hermano mayor, en 1844, en los jardines de la Alameda de Osuna (más conocido como «El Capricho» que había mandado construir su madre la Duquesa de Osuna) le convirtió, con 30 años, en el heredero de una de las mayores fortunas, no solo de España sino de Europa… que en 38 años malgastó y arruinó totalmente. A su muerte en 1882 (a los 68 años) todos los bienes heredados: palacios, fincas, cuadros, joyas… pasaron a ser subastados para pagar las infinitas deudas contraidas en su alocada vida

En este grabado de León Noel podemos verle

Su vida, como hemos dicho, fue una sucesión de locuras y lujos sin límites. Cuando finalmente fue nombrado embajador de España en Rusia, desde 1856 a 1862, en San Petesburgo, sus cocheros y lacayos llevaban en sus capotes las pieles más ricas, las que eran todo un lujo en la lujosa Corte de los Zares. En una comida en su palacio servida a los Zares y a toda su corte en vajilla de oro, todos sus invitados vieron con asombro como al finalizar los criados arrojaban por las ventanas al rio Neva todos los platos y bandejas utilizados…

Juan Valera fue como secretario del duque y durante su largo viaje y estancia en Rusia, es decir desde el 26 de noviembre de 1856 al 23 de junio de 1857 escribió 45 cartas:

  • La 1º desde Berlín el 26 de Nov. de 1856
  • La 2º desde Varsovia el dia 30 del mismo mes
  • 40 cartas a partir del 10 de diciembre, ya en San Petesburgo y hasta el 18 de mayo de 1857.
  • 1 carta desde Berlín el 10 de junio de 1857
  • 1 carta desde Francfort el 20 de junio de 1857
  • y la última desde París en junio de 1857

Juan Valera , hacia la época de su vaiaje a Rusia (fotografía en el prólogo p.9)

Previo a este viaje Juan Valera había estado ya, con diversas misiones diplomáticas, dos años en Nápoles, tres en Rio de Janeiro, y en 1885 le destinaron a Dresde donde admira profundamente la cultura alemana y aprende su idioma .

Tras su experiencia rusa su destino fue EEUU y más tarde Bruselas que fue su último destino diplomático., antes de establecerse en Madrid.

Las cartas están dirigidas a don Leopoldo Augusto de Cueto, su jefe inmediato en el Ministerio de Estado pero también amigo personal.

La gran inteligencia de Juan Valera, su extensa cultura y su gran curiosidad le permitieron captar y profundizar en muchos aspectos de la vida y de la gran cultura rusa, aún desconociendo su idioma. Y todo lo cuenta amenamente en sus cartas, desde las tremendas dificultades del viaje en pleno invierno, hasta los espléndidos banquetes y fiestas con que fueron obsequiados, los grandes monumentos de San Petersburgo, la monumentalidad de Moscú, las inmensas riquezas de las bibliotecas y museos rusos, sus enamoramientos y las miserias y envidias en las que se vió envuelto…

Las maravillosas cúpulas que Valera sin duda admiraría.

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